miércoles, 28 de agosto de 2013

Ring

Parece que al fin logré que mi deseo y mi miedo logren algo, al menos pelearse.

Enfrentamiento  de titanes frente a mí o el disfraz que al fin me había sacado quedó en una esquina.
Mi voz, que ronroneaba el lenguaje  y la transpiración en el ring, en el medio de la cocina.

El deseo y el miedo jodiendo, mientras mi piel se derretía por el calor del fuego  prendido hacía mucho tiempo, brasas de millones de años, hoguera ancestral.

Toda la parte de las pestañas, la ropa, las zapatillas, las uñas, las pulseras y creo que hasta el reloj, olvidado para siempre en algún rincón de la casa, como tendría que haber sido desde siempre.

El deseo gigante, fuerte, ágil, gracioso, infantil, parecía un dibujito animado, un jueguito de la computadora, al lado de un miedo Borges, vetusto, enojado, rencoroso, cobarde, tramposo.

Algo, desde algún lugar resplandecía, sin ser fuego, ni luz. Resplandecía  en silencio.


Entre el deseo y el miedo, mi piel derritiéndose, mis otras partes olvidadas  vibrando en distintas dimensiones, una barrera helada invisible recortando cada espacio, congelándolo todo con un grito eterno, desconsoladamente.

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